Martes, 6 de mayo, 9 de la mañana. En su explotación familiar, Alexandre Morvan nos recibe con una amplia sonrisa, a pesar del viento del este que azota las parcelas: «No hace mucho calor», dice con humor. Aquí, en el extremo del Finisterre, el cultivo de la cebolla rosada de Bretaña, producto estrella de la región y de nuestra gama, comenzó hace ya más de un mes.
La explotación de Alexandre, situada en Plouneour-Brignogan (29), es heredera de una larga tradición agrícola. Creada por sus abuelos y retomada por su padre en los años 90, hoy se extiende sobre un centenar de hectáreas. Alexandre, que trabajó allí como empleado entre 2009 y 2014, tomó las riendas hace unos diez años. Con un empleado fijo y trabajadores temporeros para las cosechas, cultiva una amplia gama de hortalizas: coliflor, calabaza, brócoli, guisantes… pero también, y sobre todo, la cebolla rosada de Bretaña.
Un cultivo técnico y exigente
Después de cultivar durante mucho tiempo la chalota tradicional, Alexandre decidió centrarse en la producción de la cebolla rosada, que presenta ciertas similitudes con la chalota, especialmente en cuanto al cultivo y el almacenamiento.
«Este año he plantado 6,5 hectáreas: 3,5 en semillero y 3 en cepellón. Esto permite limitar los riesgos, especialmente los relacionados con el clima», explica Alexandre. Dos métodos complementarios: la plantación en cepilla, realizada a principios de abril, que promete una cosecha alrededor del 10-15 de agosto, y el cultivo en semilla, sembrado a finales de marzo y cosechado quince días más tarde.
En total, se espera que esta temporada se cosechen cerca de 200 toneladas de cebollas rosadas.
«En cepilla, tarda un poco más en plantarse, pero responde mejor a las expectativas del mercado con calibres regulares», precisa Alexandre. Una estrategia prudente ante los crecientes retos: reducción de los productos fitosanitarios, clima caprichoso… «En cepilla, la planta ya es robusta. ¡Eso ayuda!».
La cebolla rosada de Bretaña, un producto con una fuerte identidad
¿Qué hace que esta cebolla sea única? Alexandre no lo duda: «¡El sabor! Tiene un sabor realmente delicioso y su color rosa brillante es muy agradable a la vista. Es un producto con carácter, cultivado cerca del mar. Sin chovinismo, por supuesto», bromea. Esta reconocida calidad es el resultado de un trabajo exigente: «El cultivo es técnicamente complicado, sobre todo en la siembra: crece lentamente y es sensible al mildiú. Hay que estar muy atento y observar mucho».
Unas semanas después de la plantación, la campaña de 2025 se presenta prometedora:
«En semillero, ha brotado bien; en cepellón, nos gusta que llueva un poco después de la plantación, y hemos tenido lo necesario. Es solo el comienzo, pero cuando el inicio es bueno, ya es algo».
Un saber hacer colectivo
Miembro de la cooperativa SICA Saint-Pol-de-Léon (Prince de Bretagne) desde siempre, Alexandre cuenta con un valioso apoyo técnico, en particular a través de la Organización Bretona de Selección (OBS).
«El acompañamiento es indispensable, sobre todo con el cambio climático. Hoy en día pasamos de un extremo al otro: mucha lluvia, luego mucha sequía, mucho viento… Hay que adaptarse constantemente». Este saber hacer colectivo es fundamental para garantizar la calidad y la constancia de las cosechas.
Pouliquen, actor arraigado en el corazón de la cuenca hortícola bretona
Como cliente de la cooperativa, Pouliquen lleva varias generaciones valorizando la cebolla rosada de Bretaña. «Mi abuelo ya trabajaba con el fundador de Pouliquen», recuerda Alexandre. Una historia común que da testimonio de los sólidos lazos que unen a los productores y a nuestra empresa. Gracias a esta proximidad, podemos garantizar a nuestros clientes (mayoristas, importadores, grandes superficies, restauradores…) verduras frescas procedentes de una tierra reconocida, recolectadas y entregadas en plazos óptimos.
La cebolla rosada, un producto para descubrir… y saborear
Al visitar las parcelas, se comprende mejor la pasión de Alexandre por su trabajo: «Lo que me gusta es que nunca es lo mismo. Cada año, empezamos de cero. Hay que ser polivalente y adaptarse a las condiciones. Además, conoces a mucha gente, lo cual es muy enriquecedor». Una diversidad de tareas y un compromiso diario para hacer de la cebolla rosada un producto excepcional en los puestos de nuestros clientes.
Es esta alianza entre el terruño, la experiencia local y la exigencia de calidad lo que nos permite ofrecerle un producto auténtico, con un sabor incomparable.

